La Sinfónica Nacional abre su temporada con el debut en Santiago del chelista lituano, que conversa con Radio Universidad de Chile sobre sus estudios con Mstislav Rostropovic, su amistad con el titular de la orquesta chilena, Leonid Grin, y su afán por mostrar obras de autores poco conocidos, como los de su país natal.
Durante 2018, David Geringas (Vilnius, 1946) hará conciertos en Alemania, Suiza, Israel, Ucrania, China, Italia, Rumania y Rusia, además de su natal Lituania. Es un músico de tránsito habitual por los aeropuertos, pero a los 71 años está por primera vez en Sudamérica.
Llegó a Santiago el martes por la mañana, para preparar las presentaciones que ofrecerá en el Teatro Universidad de Chile (detalles más abajo), donde interpretará el Concierto en si menor para chelo, op. 104, de Antonin Dvorak. Será el inicio de la temporada oficial de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, que será dirigida por su director titular Leonid Grin y además interpretará la Sinfonía N°4 de Johannes Brahms.
“Es una obra central del repertorio, siempre es fantástico tocarla”, dice Geringas sobre la pieza de Dvorak. “Para un artista, tocar una pieza así siempre es un placer, no es difícil o fácil. El concierto ocurre en el ahora y tienes que ser capaz de que esa música vuelva a ser interesante”, dice a Radio Universidad de Chile.
Discípulo del eximio chelista ruso Mstislav Rostropovich, con quien estudió en el Conservatorio de Moscú, Geringas luce un abultado currículum: ha tocado junto a orquestas como la Filarmónica de Berlín y la de Londres, ha ganado premios como el Echo Klassik y es profesor honorario en el mismo Conservatorio de Moscú, en el Rimski-Korsakov de San Petersburgo y en el Conservatorio Central de Beijing. A eso, ha sumado en este siglo una labor como director de orquesta que a veces comparte con su posición de solista.
También ha grabado casi un centenar de discos, con obras de compositores canónicos -Bach, Beethoven, Schubert, Brahms- y con especial acento en la música surgida en la antigua Unión Soviética. En su catálogo están Prokofiev, Rachmaninoff y Shostakovich, pero también nombres menos habituales a este lado del mundo, como la rusa Sofiya Gubaidúlina, el letón Peteris Vasks y los estonios Erkki-Sven Tüür y Lepo Sumera, algunos de los cuales han escrito especialmente para él.
El ahora y el presente son ideas que se repiten en su vocabulario. “Tienes que ser capaz de interpretar una obra como si la hubieras descubierto recién”, es una reflexión que ha dicho en el pasado, pero que ahora también aplica a su estreno en Santiago: “Cada concierto ocurre en el presente, cada interpretación es única y tienes que hacer que sea inolvidable. Es el objetivo de cada artista. Cuando vas a ver a Pavarotti, no vas a verlo 50 veces, a menos que seas demasiado afortunado. Tú dices: escuché a Pavarotti, cantó Nemorino y fue increíble. Es lo mismo que si vas a un concierto de Geringas y toca Dvorak, que sea increíble. Para un artista común es imposible llegar a un cien por ciento de perfección, pero siempre lo intentas”.
Usted tiene una larga carrera, ha hecho innumerables conciertos y ha grabado muchos discos. ¿Sigue siendo posible alcanzar esa sensación?
Es una gran suerte si puedes hacerlo. Me gusta hacer discos y cuando los hago, siempre trato de que tengan un sentimiento espontáneo y muy fresco. Para eso, tienes que tener suficiente imaginación. Para mí, la música cuenta historias. Si tu historia es fresca y espontánea, entonces estás cerca del ideal. Si solo estás tocando notas, nadie va a escucharlo. Es algo por lo que siempre lucho con mis estudiantes, que la música no es una ciencia escrita en una partitura. Es importante aprender y leer la partitura, pero es más importante la emoción, la historia, la imaginación y muchas otras cosas por las que los compositores escriben sus obras.
Usted estudió con Mstislav Rostropovic, ¿qué fue lo más importante que aprendió de él?
Que hacer música no solo es nuestra profesión, sino que también es conseguir la mejor imagen de la obra que estamos tocando. Aprendí lo relevante que es tener suficiente fantasía y curiosidad sobre la pieza que estás tocando. Lo más importante es que ames la pieza que estás tocando en el presente, así es como puedes conseguir el mejor resultado. Si no la amas, no la toques.
Ha grabado música de compositores clásicos, pero también mucha música contemporánea y de Lituania. ¿Cómo escoge estos diferentes repertorios?
Hay mucha música interesante y siempre tienes que encontrar la verdad de esa música. Cuando decidí hacer The sound of Lithuania (El sonido de Lituania, grabación consagrada a compositores de ese país) busqué piezas que fueran interesantes para entregar a la audiencia. Quería hacer tres discos diferentes, pero fueron dos para que quedaran más concentradas. Yo quedé muy feliz con ese proyecto, porque nunca antes había tenido la posibilidad de reunir esas piezas en un disco y encontrar la belleza de esa música de Lituania.
En cada país hay muchos talentos y no siempre tienes la posibilidad de conocerlos. Había gente en Alemania que decía “oh, esto es completamente desconocido”, pero yo les decía: ¡en nuestro país es muy popular! (risas). Que tú no lo conozcas es tu culpa, porque no estás interesado. Cuando toqué el Concierto para chelo No. 2 de Shostakovich, en Nueva Jersey, hubo gente del público que vino a decirme que era un muy buen intérprete. “¡¿Por qué no lo conocíamos?!”, me decían. Me habían visto tocar, pero no me conocían porque no estaba en los diarios o en la televisión. Así es nuestra vida, la publicidad es muy importante.
Cuando toco, entrego el cien por ciento de mi talento y mi trabajo y quien me acepta, escucha cosas inusuales. No siempre interpreto el concierto de Dvorak, la gente ya conoce eso. Es muy importante tocar las obras conocidas, pero también es bueno tocar repertorios desconocidos o no tan populares, porque algunas muy buenas piezas son olvidadas rápidamente. Tenemos tanta buena música en el mundo, pero es muy difícil tocarla todas. Quizás yo he hecho unos cien conciertos, que es mucho en comparación con algunos de mis amigos, pero por otra parte, un centenar de piezas no son demasiadas. Hay muchísimas más.
¿Estudiaron juntos con Leonid Grin en el Conservatorio de Moscú?
Estudiamos al mismo tiempo y así nos conocimos. Nuestras esposas estudiaban juntas y eran amigas, entonces teníamos el mismo círculo de amigos. Hemos tocado mucho juntos a lo largo de la vida. Tengo que decir que quizás no ha sido lo suficiente, pero siempre es así, a veces hay más posibilidades de vernos y otras, no. Por eso estoy muy contento de tocar por primera vez en este continente, que es nuevo para mí, y ver a mi amigo, conversar y tocar juntos. Es una gran suerte.
En una entrevista con Radio Universidad de Chile, Leonid Grin dijo que usted era uno de los tres chelistas top a nivel mundial, junto a Yo-Yo Ma y Mischa Maisky…
Oh, qué amable.
¿Y usted está de acuerdo?
Claro, por qué no jajaja.